Capítulo 29. El día después
El sol apenas despuntaba sobre las cumbres nevadas cuando Alina abrió los ojos. La habitación de piedra, cálida por la chimenea aún encendida, se sentía extrañamente vacía. Las sábanas a su lado estaban frías. No había rastro de Devon. Durante un segundo, dudó si lo de la noche anterior había sido real o un sueño tejida por la luna y el deseo. Pero el leve ardor en su piel, el aroma aún presente en la almohada y el temblor silencioso en su pecho confirmaban que no había sido una ilusión.
Se sentó al borde de la cama, cubriéndose con la manta, y miró hacia la ventana. El bosque se extendía imponente más allá de los muros, envuelto en neblina. Un escalofrío le recorrió la columna. No sabía si era por el frío o por lo que comenzaba a despertar dentro de ella.
Salió de la habitación, aún descalza, caminando por los pasillos del castillo. Algunos miembros de la manada ya estaban despiertos. Los saludos fueron escuetos, pero sus miradas eran diferentes. Había algo en sus ojos: una mezcla de