—Qué divertida situación, ¿no lo crees, hermano? —escupió, limpiándose la sangre con el dorso de la mano, sonriendo con esa maldita seguridad que tanto odiaba—. ¿Me estás golpeando por una mujer rota? ¿Por esta basura que no vale ni lo que costó su vestido? Ay, hermano, pensé que tenías mejores gustos. Mira que a mí me tocó la peor parte, pero tú aún puedes escoger a una mujer que no venga de un contenedor de basura.
Adrik se levantó de golpe, tambaleándose apenas, con la mandíbula ensangrentada y los ojos encendidos de rabia.
Su mirada se clavó en Donovan como una daga ardiente. Pero luego, aquellas perlas volcánicas me miraron con odio puro y todo mi cuerpo se erizó.
Sabía lo que me esperaba si me iba con él.
El castaño se mantuvo en silencio, pero era evidente cómo esa aura de protección se extendía por todo el piso. Su cuerpo estaba tenso, los puños aún cerrados, los nudillos blancos. Los ojos fijos en Adrik como si ya hubiera decidido que no lo dejaría salir caminando.
Quería m