—Donovan, no. —Quería alejarme, pero mi cuerpo se sentía tan tranquilo estando tan cerca de él. Mi mano sobre su pecho disfrutaba de aquella cálida sensación, una que hacía años que no experimentaba—. No puedo hacer eso.
Él también lo sentía. Desde que me hizo aquella oferta tan abrupta, no había intentado alejarse de mi cuerpo semidesnudo. Jamás fui una mujer exhibicionista; al contrario, siempre preferí un estilo recatado y sencillo. Donovan lo sabía, pero también entendía que él era la única persona con la que podía mostrarme sin sentirme insegura o intimidada.
Él fue el primero que me vio de una forma más íntima. El único que me respetó. El único que sigue haciéndolo. ¿Cómo no sentirme a salvo a su lado, incluso estando desnuda?
Aun así... ¿Vivir en su casa?
No podía.
No podía dejar a Elena sola. No después de que sacrificó todo por mí.
La oficina se sentía más pequeña, lo cual era absurdo, considerando su amplitud. Tal vez era porque el aire entre nosotros se volvía cad