Brianna frunció el ceño y lo miró con ojos acusadores, viendo cómo se acomodaba para ponerse los pantalones. Era extraño, pero funcional.
—¿Acaso sabes lo que son el respeto y la decencia? —preguntó con tono acusador.
—Son cosas que no tengo por qué hacer en mi cuarto —soltó él como si nada y se encogió de hombros—. Me voy a dormir, mañana tengo mucho trabajo pendiente.
En un parpadeo, se pasó a la silla de ruedas, actuando como un experto, y fue al baño para dejar las toallas.
La muchacha lo vio hacer esto con el ceño fruncido. A continuación, él volvió, y ella lo vio tomar sus piernas con fuerza para meterse bajo las sábanas. Apagó las luces de la habitación con un interruptor que tenía a un lado de su cama, agarró el celular y empezó a ver cosas.
Brianna apretó los labios, pero decidió ignorarlo y seguir con lo suyo.
Tomó un pijama que había dejado fuera antes, su neceser con sus pertenencias y una toalla, y entró al baño, cerrando con pestillo por si acaso.
El lugar era enorme, y