Madre e hijo cenaron tarde, pues se la pasaron acomodando su habitación, lo que la libró de enfrentar a su señor nuevo esposo.
Sin embargo, cuando llegó la hora de dormir, bueno… ardió Troya.
—¿Qué es esto? ¿Por qué mis zapatos están tan juntos en un rincón? ¡Se ve todo desprolijo! —se quejó Kane, por un motivo muy insulso a ojos de Brianna, y volteó a verla con furia.
Ella llevaba algunas cajas consigo, no muchas, porque no era de esas fanáticas de las compras y se aseguraba de tener lo justo y necesario, y se encogió de hombros.
—Te dije que debías darme un espacio en tu vestidor, ¿no? Lo decía en serio. Soy una dama, y merezco ser tratada como tal.
Él frunció el ceño y estuvo a punto de decir algo; sin embargo, la rubia le pasó por delante como si nada y se dispuso a acomodar sus zapatos y sandalias en el pequeño espacio que desocupó.
—Recuerde lo que le dije temprano, señor Beresford —remarcó con especial apego—. Además, no es para tanto. Una hilera, un cajón y un par de perchas,