Kane nunca había creído expresamente en el amor, más que nada porque jamás se había enamorado; sin embargo, en algún momento de su vida depositó su confianza en una mujer que le parecía íntegra, lo suficiente como para estar con ella a pesar de que sabía que el sentimiento profundo no existía.
Sí, quizá el hecho de que ella lo dejara a las primeras de cambio era su pago por ser un idiota y querer estar con alguien a quien no amaba, pero que pensaba que sí lo amaba.
Fue un iluso.
Sin embargo, verla aquí tras tanto tiempo, aparentemente bien, aparentemente sin ningún remordimiento, sonriendo y saludando como si nada hubiera pasado, lo desconcertó y molestó a partes iguales.
Frunció el ceño y espetó, con voz áspera:
—¿Qué haces aquí? ¿Quién te dejó entrar?
Su sonrisa se suavizó antes de ensancharse, y se acercó otro paso.
—Me enviaron aquí desde mi trabajo para colaborar con los departamentos de planificación y de marketing para un proyecto conjunto. ¿No lo sabes?
Kane entornó los ojos.