Brianna subió una mano para rozar su mejilla, sintiendo los vellos de su barba cuidadamente descuidada, y sus labios volvieron a unirse.
El corazón le latía con fuerza en el pecho, y una rara sensación de revoltijo se instauró en su estómago.
La gran mano del muchacho recorrió hasta su seno, y al sentirlo tocar esa parte blanda se sobresaltó un poco, deteniendo el beso. De nuevo se miraron, y ella experimentó un déjà vu.
Recordaba esa misma mirada de tiempo atrás, esa misma cercanía. Dos desconocidos que se miraban como si lo fueran todo, como si fueran un perfecto refugio el uno para el otro.
Era raro, pero la sensación la llenó, proporcionándole una rara paz.
—Puedes tocar… tranquilo —susurró.
Los violáceos orbes de Kane centellearon unos segundos, y una tímida sonrisa pintó sus labios.
Entonces se movió un poco y bajó a su cuello, dejando quedos besos por ahí, roces y bufidos que activaron los sentidos de la muchacha lentamente, haciéndola más y más sensible a cada segundo.
La temp