Un error en la clínica de fertilización les había cambiado la vida a los dos. Él estaba presionado a contraer matrimonio para lograr heredar la empresa familiar y necesitaba a alguien que aceptara aquel absurdo acuerdo. Ella había sido rechazada por su novio cuando supo del embarazo, por lo que quedó en la calle, sin nada y embarazada de alguien que no conocía. El destino terminó encontrándolos, pero las cosas no se pondrían fáciles. ¿Estará dispuesta a casarse con un empresario a cambio de varios millones solo por un año?
Leer másLa misma foto de Lucca Birdwhistle circulaba por cada revista de espectáculos, siendo comentada por todo el mundo.
No era una novedad que el joven heredero estuviera metido en problemas, en los últimos meses ha dado qué hablar en la prensa y su padre estaba bastante cansado de eso.
En el momento que traga su furia al terminar de ver su teléfono con la noticia, escucha como comienzan a entrar los directivos de la empresa.
El abuelo de Ismael había sido el fundador de dicha empresa tecnológica, donde ahora era prácticamente una locura pensar que llegaría al punto de ser reconocida de manera mundial, ganándose varios premios.
Mientras el hombre pensaba en ello sus ojos se enfocan en su hijo, quien estaba entrando a la sala de reuniones con anteojos de sol.
No entendía cómo es que Lucca se había atrevido a presentarse después de ver en las condiciones en las que estaba hace unos momentos.
—Buenos días, señores. ¿Listos para comenzar con la reunión?
Ismael mira a su hijo y aprieta sus labios, tratando de dejar su enojo de lado por un momento, la situación de la empresa ahora era mucho más importante que estar regañando a su hijo de casi treinta años que se había presentado con una resaca terrible.
—No quiero que regreses —le dice Ismael apenas cierran la puerta de su despacho y están en privacidad.
—¿Qué? ¿Por qué, papá?
Lucca se quita los anteojos de una manera un poco más exagerada de lo que le hubiera gustado, provocando un dolor en su cabeza.
Ismael pone los ojos en blanco y lanza un largo suspiro, esperando tener más paciencia.
—A esto me refiero. Te atreves a presentarte en una reunión tan importante en este estado. Agradece que no te he echado en frente de todos. ¿Tienes idea de lo que estás haciendo contigo?
—Solo salí a tomar unas copas con mis amigos, papá. No hice nada que cualquier persona haga.
—¡No eres cualquier persona, Lucca! ¡Eres el presidente de un sector importante de la compañía! ¿Cuánto tiempo más te crees que todo el mundo va a aguantar lo que haces?
—¿Por qué debería importarle a todo el mundo? —el hombre se queja.
—Porque estás haciendo un desastre con tu vida, ¿Crees que alguien podría confiar en ti para que estés a cargo de todo esto en un futuro? —niega con su cabeza—. Entiendo todo lo que has tenido que pasar en este último tiempo, pero necesitas continuar —Lucca se pone de pie mientras comienza a negar con su cabeza.
—No comiences con eso, por favor. ¿Qué es lo que quieres?
—Que te des cuenta de que la vida no termina aquí, Lucca. Tienes treinta años, que Georgina se haya ido no quiere decir que todo se fue al diablo. Aún puedes encontrar a una mujer para formar una familia.
—Olvídalo, no necesito a ninguna mujer. No voy a comenzar con esto de nuevo —Ismael golpea la mesa con enojo.
—No sigas con esa idea absurda de tener un niño solo, ¿Qué diablos piensas que vas a hacer? ¿Ah?
—¿Y que se supone que tenga que hacer? —gruñe—. No quiero esperar de nuevo a alguien que no quiere tener un hijo conmigo y que después termina abandonándome.
—Olvídalo. Ya sabes lo que pienso al respecto y si realmente quieres tener un futuro en la empresa, entonces harás las cosas bien. Ahora vete, tienes que sacarte la resaca que tienes encima. Vuelve a tu casa y comienza a pensar en tu futuro.
—Me alegra que me tengas confianza después de todo —Lucca le sonríe con ironía y se pone de pie—. No necesito una m*****a esposa.
Lucca no entendía la insistencia de su padre porque tenga una familia consolidada.
El hombre creía que con el hecho de tenerla eras lo suficientemente maduro y estable para mantener una empresa, lo cual le parecía ridículo.
Él había sido un gran empresario desde que se graduó de la secundaria y no creía en aquella vieja creencia de su padre.
Sabía que esa era la única manera de poder quedarse con la presidencia, pero ya lo había intentado y las cosas no resultaron bien.
Quería tener un hijo, pero no estaba preparado para salir con ninguna mujer.
No desde lo de Georgina, y tampoco estaba seguro de poder hacerlo algún día.
Aunque no sabía qué era lo que más pesaba, el hecho de querer la empresa o de tener que resignarse a perderlo todo por hacer lo que deseaba.
No muy lejos de allí se encontraba la finca de Zyan Crusoe, aquel narcotraficante buscado por la policía.
El hombre había perdido a su padre años atrás y tuvo que tomar el frente de la organización, y hasta ahora, no le iba nada mal.
Samara Daft era su prometida, había estado enamorado de ella desde que la conoció en la secundaria.
Aunque claro, los dos habían tomado caminos diferentes hasta que volvieron a encontrarse años después.
Nadie hubiera pensado que una mujer como Samara terminara enredada con Zyan, pero así eran las cosas.
—¿Qué hacemos con la carga que llegó, jefe? —pregunta Samuel.
—Quiero que comiencen a trabajar en las bodegas, dile a los muchachos que estaré allí pronto. Ahora tengo que salir con Samara, tenemos un asunto pendiente. Hazte cargo de eso, quiero que comience la distribución pronto.
—Perfecto, jefe. ¿Seguro que no quiere que lo acompañe?
—No te preocupes, sin seguridad. Iremos a una clínica cercana, si hay inconvenientes te llamaré.
—No quiero meterme en sus asuntos, pero la última vez que salió solo las cosas estuvieron bravas —Zyan hace una mueca—. Al menos puede decirle a Rodrigo que lo siga a una distancia prudente.
—Lo tendré en cuenta, Samuel. Nos encontramos en la despensa más tarde.
Zyan sabía que había riesgos de salir solos de la finca, pero no quería que nadie se entere lo que tenían que hacer.
Su problema para tener bebés era un secreto para todos, incluso para su hombre de confianza.
La única que estaba al tanto sobre su infertilidad era su prometida, quién prácticamente lo obligó a hacerse estudios cuando las cosas no funcionaban entre ellos.
El deseo de ser padre de Zyan fue lo que lo llevó a decidir que la única salida ahora mismo era comenzar un tratamiento con Samara.
Él quería un heredero y ella había aceptado finalmente.
—¿Por qué no le dices la verdad? —pregunta la mujer mientras ambas caminan por los predios.
—No puedo, Karl. Sabes cuánto ha deseado ser padre, él está realmente entusiasmado con esto. ¿Qué podría decirle en un momento como este?
—La verdad. Qué tienes miedo y que no estás segura de ser madre ahora mismo, no puede simplemente obligarte a ir a una clínica. No es simplemente su bebé, también será tuyo.
—Ojalá fuera todo tan sencillo. Zyan no lo entendería jamás —hace una mueca—. A veces pienso si hice lo correcto. Ahora es tarde para remediarlo.
—Podríamos irnos en cualquier momento tú y yo —la mujer sonríe—. ¿Cuánto tienes que ir?
—¡Cariño! —la voz de Zyan sorprende a ambas—. Es hora de ir a dar un paseo. ¿Estás lista?
—Dame un momento —la mujer suspira mientras lo mira
—Karla, puedes retirarte. Vete con Samuel a la bodega.
—Si, señor. Permiso.
—¿Estás bien? —Zyan frunce el ceño cuando mira a su prometida— ¿Que ocurre?
—Es tarde, perderemos el turno.
Karla trabajaba para Zyan, era una de sus mujeres de confianza, pero también tenía una tarea importante y era cuidar a Samara.
El hombre sabía los peligros de estar a su lado, y por eso quería que se sintiera segura, aún más cuando las cosas se habían complicado en los últimos meses.
Cuando el hombre estacionó fuera de la clínica de fertilización, se ajustó los anteojos de sol y la gorra en su cabeza, podría ser fácilmente reconocido si no se cuidaba.
No solo era uno de los hombres más buscados por los federales, sino también por unos tantos enemigos que se había ganado en el último tiempo.
—¿Tardarás mucho? —le pregunta Zyan.
—Lo más seguro es que sí. El tratamiento durará un tiempo. ¿Por qué?
—Por nada —frota sus manos con nerviosismo—. Voy a esperarte aquí, envíame un mensaje si ocurre algo.
—No entiendo por qué no lo trajiste a Samuel —suspira—. Regresaré lo más rápido que pueda.
El hombre asiente y toma su rostro para besarla.
Zyan ni siquiera pensaba en la posibilidad de bajar y acompañarla, eso la pondría en riesgo.
Todo el mundo sabía quién era él y hasta el momento, pocos tenían idea de quién era su esposa, solo en el círculo donde ellos se manejaban tenían noción de su relación.
El asunto de Samara no era fácil de explicar, su familia era especial y si su foto salía en los medios, estaría perdida.
Samara estaba nerviosa, sabía que había llegado el día de la inseminación y no había vuelta atrás.
El tratamiento fue largo, ella necesitaba preparar su cuerpo para lo que venía y el hecho de entrar sola no era algo que la ayudara realmente.
Cuando estaba cruzando por el pasillo de la clínica, un cuerpo chocó contra el suyo.
Un par de manos la sostuvieron de sus hombros a tiempo para que no se golpeara contra la pared, y al levantar la vista, se encontró con aquel hombre tan particular.
—¿Te encuentras bien?
El cielo amaneció sin nubes. Después de semanas de tormenta —externa e interna—, el aire estaba más limpio, más suave. La luz acariciaba los árboles del jardín con una calidez inusual, como si la tierra respirara de nuevo, libre de peso.Samara lo notó al despertar.El silencio en la casa ya no era tenso ni expectante. Era pleno. Solo roto por los gorjeos tempranos de los bebés desde la habitación contigua. Se sentó en la cama y se permitió una sonrisa. Lenta. Sincera.Lucca dormía aún, con el rostro relajado, una mano extendida en dirección a ella, como si incluso en sueños buscara su presencia.Había algo sagrado en esa imagen. Algo que le recordó que todo el dolor vivido no había sido en vano. Que habían atravesado el fuego... y no solo habían sobrevivido, sino que lo habían vencido.Zyan estaba muerto.Su cuerpo fue hallado por las autoridades tras la llamada anónima de Alfred. No había más que rastrear. No había cabos sueltos. No había amenazas que pesaran sobre sus cabezas. Por
El día había comenzado con una inusual tranquilidad. El sol bañaba los jardines con una luz dorada, y el aire estaba tibio, perfumado con lavanda. Samara caminaba con los mellizos en brazos por la terraza, descalza, tarareando una melodía que Lucca le había enseñado. Cada tanto, se detenía para que los niños pudieran tocar las hojas, reírse con los rayos del sol o balbucear palabras que apenas eran sonidos.Lucca los observaba desde la puerta. Su mundo —tan fragmentado y caótico por años— tenía ahora una forma. La forma de una familia.Pero la calma perfecta tiene una cualidad extraña: muchas veces, antecede a la tormenta.Todo comenzó con una llamada. Alfred, siempre tan comedido, se mostró nervioso. El gesto, la respiración entrecortada. Sostenía el teléfono con rigidez, como si sujetara una bomba.—Lucca... Es Margot.Lucca frunció el ceño.—¿Qué pasa con ella?—No fue ella. Fue alguien que trabajó con ella en el pasado. Dice que alguien irrumpió en la casa de recuperación donde es
La mañana siguiente al juicio fue distinta a cualquier otra. No por la luz suave que se filtraba por los ventanales de la finca De Laurentis, ni por el inusual silencio que parecía abrazar la casa, sino por la sensación interna de que algo profundo había cambiado.Lucca se despertó con Samara acurrucada a su lado, sus dedos entrelazados como si fueran raíces aferrándose al mismo suelo. Era la primera vez, después de tantos meses —o quizá años—, que sentía la ausencia total del miedo. No había amenazas inminentes, ni enemigos acechando, ni juicios pendientes. Solo el sonido de los bebés respirando en la habitación contigua y el aroma del café que Alfred había empezado a preparar, como cada mañana desde que todo comenzó.Sin embargo, no todo estaba del todo resuelto.Margot no había hablado tras la audiencia. No había dado entrevistas, ni emitido comunicados. Sus redes sociales estaban en silencio, y la prensa comenzaba a especular: ¿había huido?, ¿había sido silenciada?, ¿estaba planea
El cielo estaba encapotado aquella mañana. No llovía, pero la amenaza latente en las nubes grises parecía reflejar el ambiente cargado de tensión que se respiraba dentro del gran salón del Tribunal Superior de Justicia. Aquello no era un simple trámite legal. Para Margot, era la última carta, la jugada final. Y para Samara y Lucca, era el juicio simbólico de su pasado. Todo lo que habían luchado, todo lo que habían construido, se pondría a prueba frente al mundo.La noticia de la audiencia se había filtrado a los medios dos días antes. "La familia De Laurentis enfrentará un escándalo del pasado", rezaban los titulares. El contenido de la demanda era impreciso, deliberadamente confuso, pero sugería revelaciones perturbadoras: abandono, manipulación psicológica, daños morales. Margot no sólo quería arrebatarles algo legalmente, quería destruir la imagen de unidad que Samara y Lucca habían conseguido levantar con tanto esfuerzo.El eco de los tacones de Samara retumbaba en los pasillos c
Después de la tormenta, llegó la calma. Lucca y Samara despertaron una mañana que no prometía solo un nuevo día, sino una nueva oportunidad. La oscuridad que había oscurecido sus vidas en las últimas semanas aún persistía en las sombras del pasado, pero ahora parecía más lejana, como una nube que se disipa lentamente ante la luz de un sol renovado.Ambos sabían que el camino hacia la reconstrucción no sería sencillo, que las heridas profundas no se cerraban de la noche a la mañana, y que la confianza —esa base invisible pero esencial— debía ser cultivada con paciencia, con verdad y con amor. Pero estaban decididos. Por ellos, por sus bebés, por la familia que querían construir.Lucca comenzó el día en la cocina, preparando el desayuno con una concentración que contrastaba con la calma que emanaba del ambiente. El aroma del café recién hecho se mezclaba con el suave murmullo de la ciudad despertando. Samara entró silenciosa, aún con los ojos entrecerrados, su cabello despeinado cayendo
La madrugada se había vuelto un manto oscuro y silencioso que cubría la ciudad, pero dentro del apartamento de Samara y Lucca, la calma era solo una ilusión. La luz tenue de las lámparas proyectaba sombras largas sobre las paredes, mientras el sonido leve del respirador de uno de los bebés, dormidos en sus cunas, resonaba como un pequeño latido de esperanza en medio de la noche. Pero en la quietud, había una tensión palpable, un susurro constante de peligro que los dos podían sentir bajo la piel, como si el aire mismo estuviera cargado de advertencias no dichas.Lucca estaba frente a la pantalla de la computadora portátil, revisando una vez más el sistema de seguridad que había instalado meticulosamente. Sus dedos se movían rápidos, pero con cuidado, como si cada tecla pulsada fuera un movimiento en una partida de ajedrez donde la vida de sus hijos estaba en juego.—No me gusta esto —murmuró, arrugando el ceño—. Hay algo raro... no es un ataque externo, alguien está adentrándose demas
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