Gema
Vivir en la residencia de la Orden no está tan mal, sobre todo porque no tengo otro lugar a dónde ir. La privacidad es un lujo del que carezco: demasiados ojos están pendientes de mí y debo permanecer siempre alerta. Aun así, no todo es malo; Bel también vive aquí.
No hemos hablado de nuestras familias, así que supongo que no tiene una casa familiar a la que volver, al igual que yo. Kevin no puede aceptarme y tampoco tengo un centavo para alquilar un sitio propio.
Estoy en la puerta principal de la Orden, esperando a los demás. Llegué demasiado temprano; los nervios no me dejaban quedarme quieta y necesitaba tomar un poco de aire. Cerca de la entrada hay una ventana, así que me acerco y me observo en el reflejo.
Sin pensarlo, ladeo la cabeza y estiro ligeramente el cuello para asegurarme de que la marca del vampiro estuviera bien cubierta. Es molesto lidiar con vampiros si la ven, aunque sé que de algún modo, la sienten…o quizás, la huelen. No estoy segura.
La misión de hoy