- Unas horas antes de la presentación de Leonardo como supervisor.
Leonardo
La maldición me consume cada día un poco más. Siento cómo se extienden las marcas negras por mis brazos y hombros, como raíces que se enredan bajo la piel. Cada vez que uso magia, la fatiga me golpea con más fuerza y me desmayo; incluso los hechizos más simples me cuestan un gran esfuerzo que antes hubiera sido nulo.
¿Cuánto tiempo voy a poder soportarlo sin que mi padre se dé cuenta? Si se entera, todo lo que he logrado —el control, el respeto, la autoridad— podría desmoronarse en un instante.
Mi orgullo me impedía pedir ayuda… pero la necesito. Solo tres personas poseen el poder y los conocimientos necesarios para ayudarme. Una es mi propio padre, y del otro par solo confío en uno. Por eso, entro en el despacho de Carlisle con la intención de contarle la verdad. La puerta se cierra tras de mí y, al mirarle a los ojos, siento que por fin puedo soltar parte del peso que llevo encima.
—Dime, Leonardo.
Dudo pero