LARS
Mi idilio terminó cuando esa mañana de lunes Casper se metió en mi cuarto con malas noticias.
—Oye, despierta, tienes que ver esto —espetó con urgencia, removiéndome.
—Qué…
No tenía ganas de despertarme, pero la luz de la pantalla de su celular, ese que casi me pegó en la cara, me hizo abrir los ojos con desgana.
—Párate, vamos —instó, jalándome.
—¡Voy, voy, maldita sea! ¿Qué haces fastidiando tan temprano?
—¡Es importante!
Me incorporé en la cama y tomé el celular. Todavía tenía la vista borrosa, así que tardé un par de segundos antes de leer. Era la página de Journal of Academic Ethics, y en portada tenía un titular escandaloso: «El Doctor Lars Arenberg habría cometido plagio en su investigación de biomarcadores en vesículas extracelulares».
La espalda se me puso rígida y empecé a leer el contenido del artículo. En él se afirmaba que yo había tomado las ideas del Doctor Gould, un reputado colega en el área de la comunicación celular, para cimentar mi investigación sobre los bio