Narrado por Rafael
“¡Cinco días!”, pensé. Ciento veinte horas de búsquedas incesantes, de almacenes registrados, de cámaras de seguridad revisadas. Cinco noches en que despertaba con Flavia temblando en mis brazos, los ojos abiertos en la oscuridad, escuchando pasos que solo existían en su memoria traumatizada. Muchas veces hasta corría al cuarto de las niñas para verificar si estaban bien, y solo dormía cuando lo comprobaba, cuatro o cinco veces antes de acostarme.
Al día siguiente, al atardecer...
Collins entró en la biblioteca de la mansión con los hombros más encorvados de lo habitual, con olor a café barato y cigarrillos pegado a su abrigo. Arrojó una carpeta sobre mi mesa, donde Flavia y yo analizábamos – por centésima vez – los movimientos de Deivison.
—Hay algo que necesito comentar con ambos. —Lo miramos. Él arrastró una silla, frotándose los ojos rojos, y dijo:
—No se trata de dónde está. Se trata de lo que es.
Flavia apretó mi mano bajo la mesa. Sentí su pulso acelerado con