Narrado por Flávia
El olor a sal podrida y óxido entró en mis pulmones como un cuchillo. Deivison me arrastró por un pasillo oscuro de concreto, hasta un cuarto con una única lámpara colgando. En el centro, una cama de hierro oxidada; en un rincón, agua embotellada y galletas aplastadas. El aire gélido me hizo temblar – ¿o sería su mirada, brillando como la de un depredador que finalmente acorraló a su presa?
— Por ahora este será nuestro refugio, mi amor —susurró, cerrando la puerta con un clic siniestro. — Y por la noche, tomaremos un barco hacia Nassau. En las Bahamas, seremos libres.
¿“Nassau”? Más cerca de los Estados Unidos. Más fácil desaparecer. Mi sangre se heló.
— ¡Nunca iré contigo, Deivison! —grité, retrocediendo hasta las paredes sucias. — ¡Soy la prometida de Rafael!
Él rió, un sonido húmedo y grotesco, avanzando como una araña:
— ¿Prometida? Tú no eres prometida de ese idiota, eres mía desde los 13 años, cuando me diste aquella sonrisa… —Sus dedos tocaron mi rostro; se