(Narrado por Flavia)
Desperté de un sobresalto, el sudor frío deslizándose por mi espalda. La habitación aún estaba oscura, apenas la luz tenue de la luna entraba por las cortinas. Mis dedos temblaron al tocar el vientre ya redondeado, como si pudiera proteger a nuestro bebé de los fantasmas que insistían en visitarme por la noche.
—¿Otra vez?
La voz ronca de Rafael llegó antes del contacto. Sus manos grandes envolvieron mis hombros, atrayéndome contra su pecho. No necesitaba responder; él ya lo sabía. Sabía que las pesadillas habían regresado en las últimas semanas, trayendo memorias que yo pensaba haber superado.
—¿Era él? —preguntó Rafael, y sentí sus músculos tensarse incluso antes de que yo asintiera con la cabeza.
Odiaba esos sueños. En ellos Deivison ya no estaba esposado. A veces lo veía arrastrándose por los pasillos oscuros de mi mente, sus dedos pegajosos intentando alcanzar mi vientre. Otras veces era Lorena, con su sonrisa afilada, susurrando que yo nunca sería una madre