Rafael narrandoAl amanecer, miraba hacia fuera desde mi habitación, dándole vueltas a los acontecimientos de la noche anterior.Recordaba la rebeldía de Flavia —que había tomado un vestido de seda comprado en una de las tiendas más caras de Manhattan y, junto a las pequeñas gemelas, lo transformó en un lienzo de dragones chinos coloridos y brillantes—, confieso que su actitud me sorprendió. Porque entendí que Flavia no se dejaba comprar por pedazos de seda, y eso hacía la conquista aún más interesante.Todavía recuerdo esa voz musical desafiándome: “Reflejando el patrón Hawthorne. ¿Los dragones no son parte de la herencia familiar?”Cuando Bia, después de manchar mi zapato italiano con pintura, dijo: “¡Acabo de descubrirlo, tío Hawt, Flavia es un hada disfrazada!”No pude contradecir a mi pequeña sombra, pues realmente parecía un hada. Debe tener algún tipo de hechizo, porque su imagen no me abandona: cabello desordenado, manos manchadas de pintura, ese vestido de seda pegado al cuer
Leer más