(Narrado por Rafael)
Dos meses después, Flávia ya había cumplido 8 meses de embarazo.
La cuna ya estaba montada en la habitación junto a la de las gemelas, pintada de azul celeste por Bia: “¡Porque a los bebés les gustan los colores felices!” y decorada con adhesivos de planetas por Mel: “La estimulación visual prenatal es esencial, lo vi en YouTube”.
Mariana, ahora parte de la casa, había demostrado ser tan resistente como se esperaba, sobreviviendo a una “fiesta de pijamas” de las gemelas que incluyó pintura con glitter y un experimento de volcán de bicarbonato en medio de la sala.
¿Y Flávia?
Mi esposa desfilaba por la casa con su vestido favorito de embarazada —ese que yo odiaba, todo floreado y ancho porque ocultaba sus curvas—, riéndose de los chistes sin gracia de Johnny y dejando que las gemelas pintaran sus uñas de los pies o al menos lo intentaran, ya que ni ella misma alcanzaba sus pies.
Aquella noche, cuando la ayudaba a subir las escaleras, sus pies hinchados y mi pacienci