RAMIRO
Jazmín y yo lo miramos expectantes.
—Si van a fingir que siguen juntos, entonces los tres seremos inseparables —dijo con una sonrisa cínica—. No hay citas privadas, ni salidas a solas.
Abrí los ojos con sorpresa.
—¿Qué?
Jazmín pareció divertida con la idea, pero antes de que pudiera decir algo, Damián continuó:
—Ah, y nada de sexo con ella. Ni siquiera lo pienses, Ramiro.
Jazmín soltó una carcajada.
—¿Celoso?
Damián la miró con seriedad.
—Solo protejo lo que es mío.
Me pasé una mano por la cara, suspirando. Esto se estaba complicando más de lo que imaginé.
—¿Entonces? —insistió Damián—. ¿Aceptas mis términos?
Lo miré, luego a Jazmín, que parecía disfrutar demasiado todo esto, y finalmente asentí.
—De acuerdo.
Damián sonrió, satisfecho. Jazmín, por su parte, tenía una expresión pícara.
—Esto se pondrá interesante —dijo con un brillo travieso en los ojos.
La noche cayó sobre mí como un peso insoportable. Convencer a Jazmín de guardar silencio había sido un alivio momentáneo, pero