POV: Isabela
La tarde cae suave sobre los jardines de la mansión Salvatore. El cielo se vuelve rosado, como si alguien lo hubiera pintado con tiza. Estoy sentada en la terraza, con una manta sobre las piernas, dejando que el aire fresco me despeje la cabeza.
Adriana Salvatore aparece en silencio, siempre elegante, siempre con esa mezcla de fuerza y fragilidad en los ojos.
—¿Puedo sentarme contigo, tesoro?
—Claro, señora Adriana —le digo sonriendo—. Me gusta su compañía.
Ella se sienta a mi lado, pero no habla de inmediato. Mira el horizonte como si buscara algo que perdió hace mucho.
—Isabela… —dice finalmente—. Hay algo que quiero contarte. Algo que ya Adrián sabe… pero tú no.
Mi pecho se aprieta un poco.
—La escucho.
Ella respira hondo, acomodando sus manos sobre su regazo, como si las palabras fueran pesadas.
—Hace muchos años, cuando Adrián era apenas un niño, yo… desaparecí.
—¿Desapareció? —pregunto suavemente.
—Sí. Un accidente. Un golpe en la cabeza. Cuando desperté, no recorda