POV: Isabela
Despertar en esta mansión italiana es como abrir los ojos dentro de un cuadro antiguo. Las cortinas de lino se mueven lento, el olor a jazmín se cuela por la ventana y yo… yo sigo aprendiendo a respirar sin miedo.
La enfermera Maelle entra con su sonrisa eterna.
—Buenos días, Isa. ¿Lista para el monitoreo?
—Ya tú sabes… —le respondo—. Si es por mi bebé, yo coopero en todo.
Ella ríe y me va colocando las bandas en el vientre. La maquinita suena con ese pip-pip que me derrite el alma. Mi niña está fuerte. Lo sé. La escucho todos los días.
A los dos minutos, Adrián aparece en la puerta con una bandeja en la mano. No sé por qué, pero verlo así, con ese rol de cuidador profesional, me derrite.
—Buenos días, amore —me dice—. Te traje el desayuno aprobado por el equipo.
—Aprobado… —levanto una ceja—. Tú te lo tomaste esto muy en serio.
—Evidentemente —dice, acercándose—. No pienso fallarte ni un centímetro.
Me besa la frente y se sienta a mi lado.
—¿Cómo está la princesa hoy? —p