Mansión Salvatore, Lago de Como — 39 semanas + 4 días
El dolor empezó como un susurro a las tres de la mañana.
Un tirón bajo, en la espalda, que me despertó de golpe. Respiré hondo, pensé que era otra falsa alarma (había tenido tres en las últimas dos semanas). Adrián dormía a mi lado, brazo pesado sobre mi barriga gigante, respiración profunda. No quise despertarlo todavía.
A las cuatro, otro tirón. Más fuerte.
Y otro a las 4:12.
Me incorporé despacio, sudor frío en la nuca. El reloj marcaba intervalos de ocho minutos. Ya no eran Braxton Hicks. Esto era real.
"Adrián…" susurré, tocándole el hombro.
Abrió los ojos al instante, como soldado que nunca duerme del todo.
"¿Qué pasa, reina?"
"Creo que… ya viene".
Se sentó de un salto, encendió la luz. Me miró la cara, vio el sudor, los ojos abiertos.
"¿Contracciones?"
Asentí.
"Cada ocho minutos. Y rompió fuente hace un rato… no quise decirte para no asustarte, pero ya moja la sábana".
En dos segundos estaba de pi