La amenaza vuelve
Narrado por Adrián
Mansión Salvatore, Lago de Como — 22:47 p.m.
El despacho de mi madre huele todavía a su perfume francés y a la madera antigua de los muebles venecianos que ella tanto quería. El lago está negro afuera, solo la luna lo corta en dos con una franja plateada. El viento frío del invierno entra por la rendija de la ventana entreabierta y mueve los papeles sobre el escritorio de nogal.
Estoy solo, sentado en su sillón de cuero rojo gastado, la pantalla del satélite iluminando mi cara con luz azul helada. El mensaje llega cifrado, desde Caracas. Una línea.
Konstantin está vivo.
Escondido en La Guaira.
Se mueve hacia el Caribe.
Cierro los ojos. El nombre me atraviesa como cuchillo oxidado. Konstantin. El menor de los Sarosky. El que juró arrancarme el corazón cuando le metí dos balas en el pecho a Serguéi en Panamá. El que se perdió entre el humo y la sangre y todos dimos por muerto.
No está muerto.
Segunda línea.
Tiene hombres.
Barc