Clarissa fue a recibirlo a la entrada y preguntó:
—¿Por qué volviste tan temprano?
Pero Giovanni se quedó quieto, sin moverse ni mostrar la más mínima intención de entrar.
—Terminé de hablar con el cliente, así que regresé antes —dijo, y agregó:
—Sal conmigo un momento.
—¿Vamos a salir? —preguntó Clarissa, sorprendida.
Giovanni no mostró ninguna emoción, solo insistió:
—Rápido.
Clarissa asintió y subió al cuarto por un abrigo. Al bajar, Giovanni ya estaba esperándola en la puerta. Cuando la vio, le extendió la mano.
Clarissa sintió que las mejillas se le calentaban al tocar su mano firme y elegante. Ese gesto le pareció especial.
Giovanni la llevó al ascensor, presionó el botón… y en vez de bajar, subieron.
—¿No íbamos a salir? —Clarissa lo miró alzando la cabeza. Aunque usaba zapatos bajos y estaba derecha, apenas le llegaba al hombro.
—Ven conmigo y lo sabrás —Giovanni le apretó la mano. Después de un momento, se volvió hacia ella:
—¿Quién mandó ese ramo de rosas azules?
Clarissa pen