¡Y todavía queda pendiente lo de Araceli!
Giovanni tenía la mirada tranquila, pero Clarissa notó que sus ojos brillaban como si escondieran una alegría secreta.
Eran tan lindos que ella no podía dejar de verlos. Pero no aguantó mucho y se inclinó para darle un beso en los labios.
—Voy a preparar otro plato. Esta vez sí te prometo que no se quema —dijo él.
Clarissa lo miraba mientras cocinaba de espaldas. En un momento, cuando lo vio mover la espátula, tomó su celular y le sacó una foto. No la subió, solo la guardó.
—¿Cómo aprendiste a cocinar? —preguntó, apoyando la barbilla en la mano—. En casa de los Santoro no creo que te dejen entrar a la cocina tan seguido.
—Cuando estudiaba en otro país, me cansé de la comida de allá. Así que a veces cocinaba yo —respondió Giovanni, sirviendo unas verduras en un plato y poniéndoselo enfrente a Clarissa. Como estaban solos, comer juntos en la barra estaba bien.
Clarissa lo observaba hacer todo bien. Con esos dedos largos y finos, le pasó el plato.