MELISA
Mis ojos están fijos en la ventana, pero mi mente está en otra parte. Siento el peso de su mano sobre mi pierna desnuda, una sensación que me hace sentir expuesta, vulnerable, y tan excitada que me encuentro avergonzada. Una electricidad me recorre la piel, una mezcla de miedo y una extraña excitación. No sé qué me espera en ese casino, pero sé que esta noche, mi vida, la vida que conocía, ha terminado.
—Tranquila, no pasa nada —dice Kostas, y la presión de su mano aumenta un poco sobre mi pierna.
—No puedo estarlo —le respondo, con la voz temblorosa—. Es la primera vez que estaré en un lugar como ese.
—Yo me encargo de todo. Solo confía en mí —susurra, y el aliento me roza el cuello.
—No sé si pueda hacerlo —murmuro, y mi corazón late desbocado contra mis costillas.
—Harás lo que yo te diga. Por eso, no te preocupes —responde, con la voz profunda.
—Es para ti —dice, su voz me saca de mi ensimismamiento.
De una bolsa de terciopelo, saca una máscara. La toma entre sus manos, y l