Las semanas siguientes pasaron como una exhalación.
De pronto llevaba un mes viviendo en la casa de huéspedes.
Satisfecho con cómo iba mi recuperación, y que siguiera al pie de la letra sus indicaciones de cuidado y ejercicios de rehabilitación, el quinesiólogo me permitió prescindir del cabestrillo. Aunque debería usar la manga elástica en el hombro al menos dos meses más, recuperar mi brazo fue todo un acontecimiento.
Micaela rió divertida al verme pasar hacia el lavadero tras la cocina con mi ropa sucia apilada en mi brazo liberado y una sonrisa de oreja a oreja en la cara, porque no sentirme una tullida inútil era una de las mejores cosas que me pasara en las últimas semanas.
Lo primero que hice con mi nueva libertad de movimiento fue presentar los papeles que me diera el médico en Recursos Humanos, para que me autorizaran a volver a trabajar en el Cubo.
No me esperaba el recibimiento de Aisha y mis compañeros de sección, que me dieron la bienvenida con un aplauso, banderines, bon