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Abrí los ojos al sol colándose por la ventana entre las ramas de los árboles frutales que rodeaban la casa. Hubiera dormido un rato más, para darle gusto a mi cuerpo, pero mi mente estaba demasiado despierta. Me desperecé como me habituara a hacer en las últimas dos semanas, con un solo brazo. Entonces recordé que a partir de ese día, el médico me había autorizado a quitarme parte del cabestrillo. Aquello fue suficiente para darme el impulso que necesitaba para apartar las sábanas y levantarme.

Lo primero que hice fue ir al baño a quitarme la manga gruesa que me envolvía el brazo. Se veía pálido y enflaquecido, se sentía entumecido y un poco húmedo, por la transpiración natural de la piel aprisionada en la manga.

Me las compuse para sacar de la manga la muñequera elástica y volví a ponérmela, volviendo a colgarme la correa del hombro sano. Luego me entretuve poniéndome crema en el brazo, de la muñequera a la manga que me sujetaba el hombro. La frescura me provocó un escalofrío que me
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