6 años atrás.
Pueblo desconocido.
—Que hermosa te ves, hija mía.
El alivio se postró en mi corazón apenas escuché la voz de esa mujer que me habló con dulzura y dejo suaves caricias en las hebras de mi cabello castaño.
Esa mujer tan parecida a mi, verla a través del espejo es como verme dentro de unos cuantos años más cuando la edad ya ataque mi rostro con fiereza por las preocupaciones que otorga el día a día.
—Gracias, mamá.
El brillo en los ojos de mi madre me advierte de su emoción por este día. Supongo que toda madre se alegra cuando ve a su hija vestida de blanco y con un hermoso vestido.
Yo también me emocionaria si fuera ella, esa mujer atravesó dos años de preocupación constante al ver cómo su hija no conseguía un esposo desde sus 14 años, la edad perfecta para casarse en mi pueblo.
Y ahora, que tengo casi 16 años, con un poco de ayuda de papá lograré casarme.
El supuesto sueño de toda mujer.
Yo no podría estar más aterrada y avergonzada de cumplir este sueño.
Después de todo