Axel:
Concentrarme en preparar dulces es algo difícil y más cuando soy el repostero principal.
Hace tres años tomé el mando de una de las sucursales de mis papás, hasta ahora me está yendo bien.
Quise venirme a Chicago para tener nuevos aires, nuevos comienzos.. Y creo que tome una buena decisión, mis padres me apoyaron cuando decidí hacerlo y fueron los más felices.
Crecí en aquella casa donde éramos solo mis padres mi hermana y yo, una familia bastante unida, pero sentía que ese no era mi lugar, cuando cumplí los doce años quise irme de casa, irme a otro país para sentirme bien conmigo mismo, pero era obvio que mis padres no lo harían, así que me tuve que esforzar por años estudiando y ayudando a mis papás en la pastelería en New York para poder tener algo que hacer.
Cuando cumplí la mayoría de edad decidí irme a Alemania por un tiempo, ahí estudié repostería y me gradué con honores, hice amigos y tuve novia, después de un tiempo regresé y papá me pidió que llevará las riendas de la pastelería de Chicago y gustoso acepté, porque no quería vivir en New York, siempre he sentido que ese no era mi lugar.
Mis padres están orgullosos de mi y de lo que he logrado estos años, me vine junto a mi primo Kurt, que el también es chef pastelero, es actualmente mi mano derecha y es la persona en quien más confío.
En la cocina suelo ser alguien estricto, de hecho perfeccionista sería la palabra adecuada, me gustan las cosas bien hechas y todo acordé como va, detesto el desorden y aquí todos lo saben, no cualquiera trabaja para mí cocina.
Papá Cedrik me ha dicho que no sea tan duro con todos pero.. Me cuesta porque siempre quiero perfeccionar todo y ser el mejor, actualmente estamos de segundo lugar en las competencias de postres y eso es algo de lo que no puedo permitir, por eso me enfrasco en tener un buen resultado en mis postres.
Desde niño me ha gustado la cocina, siempre veía a mamá cocinar platillos deliciosos para nosotros y hacer sus postres, de ahí nació mi amor por la cocina, ella siempre me sonreía mientras preparaba las galletas de coco con nuez para la merienda, son mis favoritas, siempre extraño que las haga para mí, a veces Kurt las prepara pero no es igual a que ella me las haga.
Mi relación con mamá es la mejor, aunque a veces sea demasiado estricta conmigo, me ama más que a nada en el mundo, siempre me ha cuidado y sobreprotegido y más cuando empecé a tener problemas de audición.
Ese problema empezó cuando tenía los quince años, siempre me quejaba por el dolor de mi oído hasta que un día deje de escuchar, aquel día fue de total pánico para mi familia porque había perdido por completo la audición, me llevaron al hospital y me diagnosticaron Hipoacusia que Es la incapacidad total o parcial para escuchar sonidos en uno o ambos oídos. Pero en mi caso, perdí por completo la audición en mi oído derecho, aunque mamá encontró el método de que pudiera oír un poco y es usando un aparato para sordera, no me sirve de mucho, pero al menos puedo distinguir algunos sonidos.
El médico le dijo a mamá que eso era de nacimiento pero que se desarrolló después, mamá me había dicho que cuando estaba embarazada de mi, un tipo la había secuestrado y la obligó a ingerir cocaína, fue tanta la que había en su sistema que le dijeron que yo podría nacer con alguna malformación o condición genética, siempre agradezco a Dios por solo tener un problema en el oido y no haber Sido peor.
Desde niño daba lo mejor de mi para que mis padres se sintieran orgullosos de mi y estoy muy satisfecho con mis resultados.
Hace tres años me enamoré de una mujer que después me abandonó, solo por tener sordera -algo estúpido- me dijo que no podría cuidar de alguien enfermo como yo, así que me regresó el anillo de compromiso y me abandonó.
Jamás me he sentido inseguro sobre mi sordera, todo lo contrario eso me hace alguien especial, algo que siempre me decía mamá y aún lo sigue diciendo, me esforcé por mejorar mi apariencia física porqué antes era el nerd con acné y lentes de la escuela, fui víctima de bullying muchísimas veces, así que mejore mi apariencia, no por falta de amor propio, porque yo me amaba como era, pero lo hice por salud ya que pesaba demasiado para ser un adolescente, así que iba al gimnasio con mis papás y entrenábamos a diario, hasta que mejore mi apariencia y empecé a cuidarme.
Siempre tengo una que otra cita con una chica, solo es sexo casual y no las veo más, siempre intento ser honesto con ellas y decirles que es solo de una noche y hay veces que lo entienden y otras no, pero yo prefiero ser alguien honesto con las chicas. Actualmente estoy soltero, así me siento bien, solo en mi trabajo y nada más.
Hasta que llegue la que conquiste mi corazón.
—Axel, te buscan —Kurt llegó a la cocina.
—¿Quién? —deje el delantal en la mesa.
Me acomodé las mangas de mi uniforme hasta los codos y encendí el aparato en mi oídos.
Cuando trabajo me gusta apagarlo, escucho menos ruido y me concentro en lo que hago.
—Dicen ser tus amigos —se encogió de hombros—, están en una mesa.
Asentí.
—Corta esas fresas por favor.
—Claro que si —sonrió.
Salí de la cocina y fui hasta el área de los comensales.
La pastelería no era tan grande, pero si elegante tanto por dentro como por fuera, siempre estaba lleno y eso me agradaba por que eso quería decir que éramos un éxito.
Busqué con la mirada hasta que los encontré, sonreí ampliamente y caminé hasta ellos, ambos se pusieron de pie y sonrieron. Joder, cuanto tiempo ha pasado.
—Pero mira que enorme estás querido Axel —rió.
—Mikael, hermano —lo abracé—, joder que bueno verte.
—Siempre es bueno verme —reímos y nos separamos del abrazo—, cinco años sin verte ¿Eh? Vaya que cambio.
—Ni tanto, apuesto que sigue siendo el mismo presumido de antes —Carlo sonrió.
—Carlo —sonreí y lo abracé— Dios, los extrañaba demasiado.
—Claro que si —palmeó mi espalda—, ahora eres todo un hombre.
—Idiota —reí—, siéntense.
Los tres nos sentamos.
Conocí a Mikael y a Carlo en la universidad en Alemania, ellos eran alumnos de intercambio, los tres estudiábamos carreras distintas pero siempre fuimos los mejores amigos, hasta que cada uno tomó su rumbo después de graduarse, me alegra tanto volverlos a ver.
—¿Que hacen aquí en Chicago?
—Pues vinimos a trabajar, conocer chicas lindas, ya sabes lo normal —rió Mikael—, pero también cambiar de aires ¿Que mejor sitio que Chicago?
—Cierto, además de que estás tú aquí —Carlo palmeó mi mano— volveremos a los viejos tiempos.
—¿Cuánto tiempo estarán aquí?
—Pues indefinido pienso yo —Mikael se encogió de hombros—, de hecho vengo a dar clases de arquitectura en la universidad de aquí.
—¿En serio? Creí que llevarías la empresa de tu padre.
El bufó —Lo intenté, pero el quería que me casara y no —negó—, no quiero casarme, joder, quiero mantener mi soltería intacta, también que mi hermano hizo fraude en la empresa y quiso culparme de eso, así que renuncié al cargo y le dije a papá que me diera mi parte de la herencia que me dejó el abuelo así que lo hizo. Y heme aquí.
—En pocas palabras vivirá de la herencia —dijo Carlo.
—Voy a trabajar como maestro —sonrió de lado—, quizá conquiste una que otra chica.
Negué varias veces Mikael siempre ha Sido un mujeriego y eso jamás cambiará, jamás se queda con una chica.
—¿Y tú, Carlo?
—Pues papá quiso abrir la pizzería aquí —asentí—, así que seremos el y yo junto con mi hermana.
Nosotros a pesar de que tenemos dinero y Carlo no, somos buenos amigos, el viene de una Familia humilde y trabajadora de Italia, su padre hace la mejor siciliana que existe, nosotros adoramos al señor Nico.
A pesar de la diferencia económica de nosotros, jamás sentimos hacer menos a Carlo, para nosotros el es nuestro amigo sin importar el dinero o la posición.
—Entonces tu si te hiciste cargo del negocio familiar —asentí a lo que dijo Mikael— que bien, probé el pastel de vainilla, es fantástico.
—Gracias —sonreí— ¿Cuando empiezas a dar clases?
—En dos semanas más o menos, ya sabes acabo de llegar y quiero ver el terreno —rió leve—, saber los horarios y esas cosas.
—Jamás te imaginé dando clases Mikael —Carlo negaba.
—Pues es tiempo de hacer algo nuevo ¿No? Y mi buen querido amigo —palmeó el hombro de Carlo— será mi roomie.
—¿Que? —reí— eso es nuevo.
—Es que sabes que mi padre es muy estricto y la verdad ya no deseo que me controle, así que viviré con Mikael en su enorme departamento.
—Me das la dirección para visitarlos —el asintió—, es bueno verlos chicos, en serio.
—No te pongas sentimental Koch —rió—, pero si, me alegro que nos hayamos encontrado de nuevo.
Me es chistoso escuchar a ambos hablar inglés con su típico acento Ruso e italiano. Ambos tipos eran unos rompecorazones, amaban estar solos, pero se que algún día llegará la chica que los ponga en cintura y cuando eso suceda me reiré en sus caras.
—Bueno, voy a darles un recorrido por mi pastelería —nos levantamos—, les enseñaré cómo hago los mejores postres de Chicago.
—Genial —ambos sonrieron.
—¿Cómo sigues de tu sordera? —me preguntó Carlo.
—Pues bien, a veces duele —hice una mueca—, pero se cómo controlarlo.
—Cuando una chica quiere insultarte ¿Lo apagas? —me miró divertido Mikael.
—No lo he intentado —me rei,
—¡Deberías hermano! Cómo te envidio esa sordera, la hubiese querido para no oír los regaños de mi padre —todos reímos—, mejor vamos a ver qué haces y me presentas a una chica ¿Trato?
—Vamos casanova ruso —Carlo lo empujó un poco—, vinimos a ver a Axel no a ligar.
—Pero se puede hacer ambas cosas —frunció el ceño—, creeme vale la pena querido Carlo.
Negué mientras reía, estos dos no han cambiado nada en estos cinco años, pero me alegra tener a mis amigos de vuelta, eso me hace sentir feliz.
Cómo los viejos tiempos.