"Michael… no te vayas otra vez. ¿Cuándo vas a volver? La próxima vez trae a Evan…”
Eric condujo sin pensar, las manos tensas sobre el volante, la mandíbula cerrada como si cada palabra no dicha se hubiese acumulado entre los dientes.
El amanecer apenas comenzaba a teñir de azul los tejados, pero en su pecho no había luz. Solo ese viejo frío que conocía demasiado bien: el de las heridas que nunca cierran.
Cuando llegó al hospital, Amanda dormía. Se quedó un momento viéndola a través del cristal, sin entrar.
¿Cómo demonios se había acercado tanto a ella? ¿No se percataba del riesgo que era? ¿Por qué se sometía a esa tortura de esa manera?
Estar cerca de los López nunca estuvo en sus planes, mucho menos cerca de Amanda, disfrutó su caída, saboreó cada maldita humillación merecida, gozó con la caída de su empresa y se sentó a contemplar su ruina. ¿Quitar la empresa de las manos de Abel Rodríguez? ¿Por qué? ¿Para qué? Ellos se merecían perderlo todo, incluso si Amanda sufría por eso, ¿por q