El golpe lo había dejado un poco mareado solamente. A pesar de que el abismo se veía profundo y oscuro, a Cristian le pareció que la caída no fue de más de un par de metros, y cayó sobre una superficie relativamente dura. Y aunque el golpe le arrancó el aire, permaneció consciente, pero percibió cómo alguien se abalanzó sobre él, sintió la aguja perforando su brazo y luego todo se hizo oscuridad en medio de un torrente de mareo y náuseas.
Cuando despertó, estaba en una extraña habitación. La luz del sol ya había salido, estaba sentado en una silla amplia y relativamente cómoda, con las manos y las piernas completamente atadas. Desde el primer instante en el que abrió los ojos supo qué era lo que estaba sucediendo. Era un experto; toda su vida la había pasado en situaciones como esas, y también en el preciso instante en el que sus ojos se abrieron supo que las correas estaban tan fuertemente ajustadas que escapar de ahí iba a ser bastante difícil. Quien lo había amarrado era todo un pr