Con dificultad, debido a mi pataleta, los hombres me llevaron a la parte interna del supuesto almacén. Parecía una tienda, pude ver maniquíes y ropa regada por todas partes, pero estaba cerrada. Las cortinas de metal impedían la entrada de la luz y todo adentro parecía bastante oscuro, hasta que, después de un sonoro clic, las luces se encendieron.
Les tomó un buen rato tomar una decisión de si encerrarme en el fondo del almacén o amarrarme a una silla. Al final optaron por amarrarme a una silla, ya que primero necesitaban hablar conmigo. Pero yo no sabía qué podrían necesitar de mí. ¿Para qué querrían hablar conmigo? Sus órdenes eran matarme directamente. De todas formas, yo agradecí que no lo hicieran. Estaba segura de que alargaría esa conversación lo más que fuera posible para darle tiempo a alguien que me encontrara. ¿Pero a quién? ¿A quién podría darle tiempo? Nadie sabía que estaba ahí, ni siquiera Cristian, mi guardaespaldas. Había escapado de él y no tenía las herramientas pa