De camino a casa no quise ir en la parte trasera y senté en el asiento del copiloto con Patricia. Teníamos una camioneta al frente y otra detrás. Ahora más que nunca protegerme era indispensable, aunque yo estaba segura que Oliver no haría nada al respecto, no después de la enorme evidencia en la que yo lo había dejado.

— ¿Estás enojado conmigo? — le pregunté al notar lo serio que estaba.

Pero él negó con vehemencia.

— Claro que no, ¿por qué habría de estar enojado contigo?

— Porque en la entrevista no terminé de hundir a Nicolás, de hecho parecía que lo defendía un poco.

Cristian se quedó pensando un segundo, luego negó.

— Dijiste la verdad, creo que era lo importante. Lo único y realmente importante: la verdad. Sinceramente, la entrevista no era lo que necesitábamos de la forma en la que pensabas. Solo teníamos que darte a conocer al público, que todos supieran quién eras y tu historia, para que así tu reclamo como albacea de tu hijo sea real y no haya forma de que te lo niegue