11°

La contracción me tenía inmovilizada. Era tan fuerte, el dolor más fuerte que yo había llegado a sentir en mi vida. Pensé que era imposible. Me habían dicho que cuando el parto llegara, las contracciones iban a comenzar poco a poco, y subirían lentamente hasta que llegara el momento del parto, no de una forma tan violenta, tan agresiva. Seguramente era por la conmoción de la noticia. Era porque, durante todo ese tiempo, había sido un embarazo delicado, y yo realmente no me había cuidado. Temí también por la vida de mi hijo, pero en ese momento no tenía tiempo para pensar en nada más.

Nicolás avanzaba hacia mí.

Metí la mano dentro del baño, dejando de ver el cuerpo ancho del hombre que se acercaba hacia la puerta, y la cerré, poniendo el seguro. Cuando el chico intentó abrirla, pude ver cómo la perilla se movía en varias direcciones.

—¿Quién hay ahí? —preguntó.

Tuve el impulso de contestar, pero luego tuve miedo de que reconociera mi voz. Podía reconocer mi voz. Tal vez podía hacerlo.

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