El tiempo en la cárcel — mejor dicho, en aquella celda — me sirvió, supongo. Al menos me ayudó a relajarme y a pensar en lo que tenía que hacer a continuación. La amenaza de Oliver había sido bastante explícita, muy directa, y yo no sabía qué podía hacer al respecto. Definitivamente debía continuar, eso estaba más que claro; no podía permitir que Vital siguiera experimentando de esa forma con la que yo seres vivos.
Pero, ¿era realmente mi problema? Me pregunté. Sí, estaban haciendo algo horrible, pero a pesar de que monopolizaran los medicamentos que consiguieran con todo aquel sacrificio, ¿de todas formas no salvarían millones de vidas? Así se hicieran asquerosamente ricos… Eran dudas que me atormentaban, y me atormentaron durante todo el resto del día.
El desayuno que me llevaron fue frío e insípido, y el almuerzo peor aún, pero yo tampoco es que tuviera mucha hambre. Estar todo el día en la misma posición hacía más que simplemente entumecerme los músculos.
Cristian me visitó ce