CAMILLE ASHFORDEl «chalet» estaba lleno de risas. Victoria y León corrían a mi alrededor, su felicidad era contagiosa y me reconfortaba verlos así. Tenían tanta energía como ternura en sus pequeños cuerpecitos. A veces me preguntaba si Damián y yo pudimos haber sido así y me lamentaba por no haber vivido mi infancia a su lado. Podía apostar a que era un niño muy «molestable» antes de que se volviera un adulto imponente. —¿Cómo se va a llamar? —preguntó León pegando su oído a mi vientre, como si esperara escuchar algún sonido en particular que le confirmara la presencia de su primo dentro—. ¿Sabes si será niño o niña?—¡Ojalá sea una niña! —exclamó Victoria con emoción antes de sentarse a mi lado en el sofá—. Así podríamos jugar con las muñecas que me compró mi papá.—¡Oye! Yo juego contigo a las muñecas —reclamó León entornando los ojos, indignado. —¡Claro que no! ¡Yo juego con mis muñecas mientras tú pasas tus carritos por todos lados! —contestó Victoria cruzándose de brazos y vi
CAMILLE ASHFORD—No olvidé que nos veríamos de nuevo —respondí con la garganta seca. Su presencia era demasiado intimidante y me hacía flaquear. —Espero que hayas dejado todo en orden —dijo Lucien con voz firme y calculada—. Te di el tiempo suficiente. Me esforcé por mantenerme erguida, pero la presión en mi pecho era sofocante. Debía de admitir que, durante todo este tiempo, pensé varias veces en simplemente escapar, huir lo más lejos posible sin decirle a Damián o a Andy, pero no pude, tal vez no tuve el valor suficiente. —Lo hice —respondí por fin con un suspiro apesadumbrado—. Mi hermano ya sabe que estoy comprometida contigo y que estoy embarazada.Lucien frunció el ceño y bajó la mirada a mi vientre. En su expresión vi algo parecido a la duda, pero su rostro se endureció de inmediato.—No mientas —susurró con frialdad. Se acercó un paso más, hasta que apenas nos separaban unos pocos centímetros—. Ni siquiera un bebé va a suavizar esto... Ruega porque no sea cierto.Mi corazón
RACHEL MONROY—Tenemos que volver —dijo Damián mientras yo caminaba detrás de él y de Andy. No había escuchado muy bien la llamada, pero parecía que había algún problema con los niños. De pronto volteó hacia mí y sus ojos expresaban una intensa preocupación—. No te quedes aquí más tiempo, no me gustaría que permanezcas sola con esa clase de gente. De nuevo ahí estaba alguien tratándome como una niña pequeña. Torcí los ojos mientras intentaba sonreír. Me molestaba que me creyeran tan inocente y tonta, aunque lo que había pasado con Bastián no me ayudaba mucho para respaldar mi madurez. Me había convertido en la niña ingenua que había creído en cuentos de hadas y que pensaba que tendría un matrimonio perfecto con el hombre perfecto.—Con cuidado, espero que todo esté bien en casa —dije con esa sonrisa rígida que escondía mi frustración, terminando de esa manera la plática. Me quedé en el descanso de las escaleras dobles, observando la majestuosa vista del patio principal mientras ell
RACHEL MONROYLlegué a mi departamento, sí, ese mismo que sería donde viviríamos Bastián y yo cuando nos casáramos. Ese en el que dediqué mi tiempo, mi dinero y mi amor. Forcé una sonrisa al saludar a los vecinos y el personal de servicio, mientras caminaba como la abogada exitosa y con un futuro prometedor que se suponía que era. Fingí que todo estaba bien, como siempre, pero al llegar a mi departamento y cerrar la puerta detrás de mí, el nudo en mi garganta regresó con fuerza.Todo en él estaba diseñado para un futuro que nunca existió. Lo había decorado con la esperanza de que Bastián y yo lo llamáramos hogar, pero pocas veces él aceptó venir. Cada rincón me recordaba los años desperdiciados, los sueños construidos sobre cenizas.Mi mirada se posó de nuevo en ese espacio vacío en mi dedo y recordé aquel día en la cafetería donde solíamos vernos. Me despidió rápidamente y, mientras yo me marchaba, él se quedó, argumentando que tenía que ver a alguien muy importante, un socio de neg
ANDY DAVISMe quedé en completo silencio, viendo a ese tal Lucien Blackwell. Era un hombre atractivo, no lo podía negar, con esos ojos hipnóticos, fríos y crueles. Todo en él te daba la impresión de peligro. Como tener directamente enfrente a la muerte disfrazada. Sacó de un sobre el acta de matrimonio y la sostuvo ante los ojos de Damián, pero como bien cabía esperar, Damián ni siquiera le prestó atención. Su mirada estaba fija en Lucien. No le tenía miedo, por el contrario, de nuevo había dejado su máscara de padre y compañero dulce, por la del hombre de negocios feroz, egoísta y despiadado que conocí, ese que siempre obtenía lo que quería y en caso de no hacerlo, era capaz de incendiar el mundo.Era como ver dos fuerzas de la naturaleza intentando mantener la distancia, sabiendo que chocar entre ellas podría suponer el fin del mundo. Fue entonces cuando bajé la mirada y me puse a leer el documento. Había sido firmado con la fecha de hoy y eso no era lo peor.—¿Dónde están mis hijo
CAMILLE ASHFORDSalí del cuarto con los ojos enrojecidos, pero sin ninguna lágrima, mientras que mi corazón latía desesperado y mi mente iba a mil revoluciones por minuto. Lo que me había dicho Andy se había clavado en el centro de mi cerebro y no dejaba de escucharla. Había cometido un error y ahora sabía cuál era la urgencia de Lucien por casarse conmigo. Quería todo lo que yo había adquirido, era más que obvio, pero… ¿por qué? Bajé las escaleras lentamente, Andy se quedó en el barandal, viendo todo como una espectadora más. Lista para correr hacia Damián o hacia los niños, todo dependía de lo que ocurriera. Ya no había miedo dentro de mí, solo determinación y parecía que Lucien se dio cuenta en cuanto volteó hacia mí y notó que mis manos ya no temblaban. —No voy a dejar que te vayas de esta casa… —susurró Damián con firmeza. —Es mi esposa —contestó Lucien levantando una ceja y con una sonrisa que parecía augurar su victoria. —Es mi hermana… —refunfuñó Damián y se acercó un pas
LUCIEN BLACKWELLIgnoré lo mejor que pude sus sollozos y me obligué a mantener la mirada clavada en la ventana, pero en el reflejo podía verla, tenía la apariencia de un ángel en desgracia, con esos mechones rubios cayendo por sus hombros y su hermoso rostro consumido por la tristeza, hasta que de pronto su dolor cesó. La vi por el rabillo del ojo, tenía las mejillas surcadas por lágrimas frescas que aún nacían desde sus párpados cerrados. Estaba dormida y, por primera vez en mucho tiempo, me dolió.No debería doler. No después de todo. No después de lo que le hizo a Anna. Pero dolía igual.Saqué el pequeño colguije, lo único que me quedaba de Anna, atado al último botón de mi chaleco y escondido en mi bolsillo. Lo abrí y entonces vi nuestra foto. Ella se veía tan hermosa y sonriente, me abrazaba con todas sus fuerzas. El corazón se me rompió. «Nunca me gustó esta vida para ti», había dicho hacía mucho tiempo. «Me encantaría que encontráramos otro camino, juntos. Nuestra vida no deb
CAMILLE ASHFORD—¡Arriba! ¡Levántate! —exclamó una voz femenina algo cascada mientras la cama parecía estar en medio de un terremoto. Apenas abrí los ojos cuando alguien ya me había tomado del brazo y sacado de entre las sábanas de un tirón. Tuve que sujetarme de la mesita de noche para no caer. Entonces me di cuenta de quien me había despertado con tanta energía. —¡Ya son las seis de la mañana y no puedo entender como sigues holgazaneando! —gritó la mujer en mi cara, entrada en años, bastante corpulenta, y se estaba aprovechando de que mi cerebro aún no comenzaba a trabajar—. ¡Qué vergüenza de mujer!De nuevo me tomó del brazo y me arrastró hacia el baño, dejándome caer en una tina, con todo y ropa. El agua helada fue lo que necesitaba para terminar de despertar. Aunque intenté salir, la mujer puso su mano en mi cabeza, manteniéndome dentro. —No habrá agua caliente para ti si sigues despertándote tarde —siseó mientras se limpiaba las manos en su mandil blanco.—¡¿Por qué me está h