ANDY DAVISEl «chalet» estaba en silencio cuando llegué. Abrí la puerta con cuidado, intentando no hacer ruido. Me sentía abrumada, cansada. Dejé las llaves sobre la mesita de entrada y me quedé quieta un segundo, escuchando. El olor de la comida me llegó enseguida, suave y delicioso. Todo estaba preparado: un mantel blanco impecable, dos copas de vino, una botella abierta… y la comida servida en los platos, enfriándose.Mordí mi labio, sintiendo una punzada de culpa. Había llegado tarde.Busqué a Damián con la mirada, estaba escurrido en el sofá, profundamente dormido, con la cabeza recargada en el respaldo y los labios entreabiertos mientras sus cabellos rubios colgaban. Su teléfono todavía estaba en su mano. Parecía que había estado esperando hasta que el cansancio lo venció.Me acerqué despacio, sin hacer ruido, y lo observé con atención.Incluso dormido, era impresionante. Había algo en su rostro que siempre me cautivaba, algo que iba más allá de su belleza masculina. Era la form
ANDY DAVISEl ambiente en el «chalet» se volvió tenso. Las palabras de Camille se quedaron flotando entre nosotros y causando eco. Damián, que segundos antes me había abrazado con dulzura y estaba emocionado por un futuro juntos, ahora estaba de pie frente a Camille, con el ceño fruncido y los ojos oscuros brillando con una mezcla de indignación y desconcierto.De nuevo estaba ahí el hombre dominante y malhumorado que había conocido en un principio.—¿Por cuánto tiempo planeabas ocultarme esto? —Su voz era grave, baja, pero cargada de reproche.Camille suspiró, cruzándose de brazos, mientras detrás de ella los mellizos jugaban en el jardín, con juguetes que no había visto antes, de seguro patrocinados por su tía consentidora. —No es algo que haya querido ocultarte, solo… no encontraba el momento adecuado para decírtelo —soltó Camille encogiéndose de hombros, queriendo minimizar la situación, pero su rostro era un rompecabezas que aún no lograba descifrar.—¿El momento adecuado? —Dami
ANDY DAVISNo conocía lo suficiente a Camille, pero sabía que era una mujer fuerte y arrogante. Verla tan pequeña me dejó sin aliento. No iba a presionarla por respuestas, no tenía sentido. Así que solo negué con la cabeza y tomé su mano con suavidad.—No, Camille. No estoy enojada, estoy preocupada. —Intenté sonreír—. Ven, comamos algo. ¿No tienes hambre?Compartimos una mirada que decía más que cualquier palabra. Era sorprendente ver el parecido que tenía con Damián. Volteé hacia Victoria que nos observaba con desconcierto y curiosidad. Agarrándose los deditos por encima del pecho. Indecisa si acercarse o ir con León. Eran tan unidos, pero amaba a su tía y estaba preocupada por ella, aun así, necesitaba un momento a solas con Camille. —¿Podrías darle a mami y a tía Camille algo de privacidad? Creo que tu padre necesita más consuelo y dudo mucho que León tenga tanto encanto como tú para eso —dije con media sonrisa—. Alguien tiene que cuidar de ellos. Victoria pareció pensar mucho e
ANDY DAVISMis ojos se posaron en Bastián, quien estaba sentado en su camastro, dentro de la celda, escondido en las sombras, usando su overol de recluso y con una actitud demasiado relajada para la situación que estaba viviendo. Mi cabeza se llenó de preguntas, pero la más constante era: ¿Por qué había aceptado venir? Bastián era un capítulo pasado que no quería volver a leer. Tal vez me había movido la curiosidad, tal vez quería tener una oportunidad más para decirle lo desagradable que era como persona… pero me inclinaba más por la curiosidad, pues había sido una semilla que comenzaba a crecer cuando me di cuenta de que su computadora tenía un sistema de seguridad tan especializado que ni el banco más protegido poseía. ¿Qué guardaba ahí? ¿Qué escondía? Mientras nadie pudiera desencriptar la contraseña y acceder a todos sus documentos, el juez Monroy seguiría con su pie en el cuello del bufete, sin dejarme trabajar, sin disolver la sociedad y darme el control completo del negoci
ANDY DAVISTragué saliva algo intimidada, pero me mantuve firme. —No vuelvas a llamarme… No vendré de nuevo a escuchar los desvaríos de un loco —respondí y cuando di media vuelta, dispuesta a abandonar el lugar, Bastián sacó las manos de entre los barrotes, como si quisiera alcanzarme, y de nuevo perdió los estribos. —¡Espera! ¡Espera! —exclamó desesperado—. Solo déjame decir algo más…—¿Las contraseñas de tu computadora? —pregunté con burla, sabiendo que no lo haría tan fácil. —No, algo mejor… —susurró y sonrió al ver que de nuevo tenía mi atención—. Algo que podría salvar a tu hombre de la quiebra y el fracaso. —¿Qué? ¿Cuál quiebra? Él no está en quiebra… —respondí indignada.—Pero lo estará —contestó lleno de seguridad y satisfacción—. No me creas si no quieres, solo te diré algo, un solo nombre que sé que escucharás después, cuando salgas de esta prisión y regreses a tu vida soñada… entonces te acordarás de mí y reconsiderarás mis deseos.—No voy a convencer a Rachel de venir
ANDY DAVISDamián caminaba con confianza, imponente, como si la demanda que enfrentaba no fuera más que un pequeño obstáculo en su camino. Él estaba acostumbrado a esto, a la opulencia, al prestigio, y se sentía como pez en el agua. A su lado, Rachel se mantenía erguida, con esa seguridad inquebrantable que escondía su verdadero nerviosismo.—Ahí están —susurró de pronto Rachel. Seguí su mirada y mi estómago se contrajo.Un par de personas avanzaban con una presencia que acaparaba la atención de todos. Un hombre y una mujer, ambos con una belleza casi irreal. Ella, alta, de piernas largas y figura esbelta, con un vestido negro que se ajustaba perfectamente a su cuerpo. Su cabello oscuro caía en ondas perfectas sobre sus hombros, y su expresión era de una confianza peligrosa.El hombre, por otro lado, era la imagen de la masculinidad y el poder. Alto, con una mandíbula afilada y ojos penetrantes. Su traje impecable realzaba su postura dominante, y la forma en que observaba a su alreded
CAMILLE ASHFORDEl «chalet» estaba lleno de risas. Victoria y León corrían a mi alrededor, su felicidad era contagiosa y me reconfortaba verlos así. Tenían tanta energía como ternura en sus pequeños cuerpecitos. A veces me preguntaba si Damián y yo pudimos haber sido así y me lamentaba por no haber vivido mi infancia a su lado. Podía apostar a que era un niño muy «molestable» antes de que se volviera un adulto imponente. —¿Cómo se va a llamar? —preguntó León pegando su oído a mi vientre, como si esperara escuchar algún sonido en particular que le confirmara la presencia de su primo dentro—. ¿Sabes si será niño o niña?—¡Ojalá sea una niña! —exclamó Victoria con emoción antes de sentarse a mi lado en el sofá—. Así podríamos jugar con las muñecas que me compró mi papá.—¡Oye! Yo juego contigo a las muñecas —reclamó León entornando los ojos, indignado. —¡Claro que no! ¡Yo juego con mis muñecas mientras tú pasas tus carritos por todos lados! —contestó Victoria cruzándose de brazos y vi
CAMILLE ASHFORD—No olvidé que nos veríamos de nuevo —respondí con la garganta seca. Su presencia era demasiado intimidante y me hacía flaquear. —Espero que hayas dejado todo en orden —dijo Lucien con voz firme y calculada—. Te di el tiempo suficiente. Me esforcé por mantenerme erguida, pero la presión en mi pecho era sofocante. Debía de admitir que, durante todo este tiempo, pensé varias veces en simplemente escapar, huir lo más lejos posible sin decirle a Damián o a Andy, pero no pude, tal vez no tuve el valor suficiente. —Lo hice —respondí por fin con un suspiro apesadumbrado—. Mi hermano ya sabe que estoy comprometida contigo y que estoy embarazada.Lucien frunció el ceño y bajó la mirada a mi vientre. En su expresión vi algo parecido a la duda, pero su rostro se endureció de inmediato.—No mientas —susurró con frialdad. Se acercó un paso más, hasta que apenas nos separaban unos pocos centímetros—. Ni siquiera un bebé va a suavizar esto... Ruega porque no sea cierto.Mi corazón