ANDY DAVIS
El procedimiento de León había sido un éxito, pero verlo tan pequeño, ojeroso y cansado en su cama me rompía el alma. Me acomodé en el sofá junto a Victoria, quien estiraba su manita para alcanzar la de su hermano, con una ternura que me hacía olvidar todo lo malo.
—Buenos días, mi Leoncito lindo —saludé en cuanto lo vi despertar—. ¿Cómo te sientes?
—Como si un camión me hubiera aplastado —refunfuñó y su pequeño cuerpo apenas se movía, como si temiera hacerse añicos—. Ya no quiero estar aquí, solo me picotean y me torturan, sin hablar de esa comida fea.
Fingió vomitar, sacando la lengua hasta que pude v