ANDY DAVIS
No supe cuánto tiempo me quedé viéndolo hablar a unos pasos de mí, con esa actitud de que no quería que me enterara. Lo curioso era que no me dolía. No sentía celos. Solo una extraña paz.
—Tengo que irme… —susurró con apatía y suspiró. Volteó a verme con intensidad antes de estrecharme con fuerza, como si tuviera miedo de que fuera a desaparecer—. Te amo, Andy. Lo sabes, ¿verdad? Pronto estaremos juntos. Mi corazón me lo dice.
Me desconcerté. Quise apartarme para verlo directo a los ojos, pero él no me soltaba. Levanté el rostro queriendo encontrar una respuesta y él se inclinó con intenciones de besarme, pero antes de que pudiera reclamar, alguien nos atajó: