ANDY DAVIS
La fecha había sido fijada. La operación que salvaría a mi hijo sería en dos semanas y Damián se había ofrecido a quedarse cada día al lado de ellos hasta que el día llegara. Ante mis ojos el cambio empezó a ser evidente y extraño.
Cada noche, Bastián desaparecía sin decir nada. Al principio, no le di importancia, pero había cosas que me causaban intriga: se volvió más receloso con su teléfono, ignoraba mis preguntas con respuestas vagas, decía que estaba trabajando arduamente en nuestro bufete, pero no compartía mucho de los casos conmigo. Antes podía confiar en él con los ojos cerrados, pero ahora… ahora no sabía qué pensar.
Damián, en cambio, cada d&iac