Capítulo 389: Un hombre persuasivo

DAMIÁN ASHFORD

De un momento a otro, el pasillo estaba bloqueado por su gente, apuntándonos con sus armas mientras tiraban de los portones para encerrarnos en la nave. Al mismo tiempo noté que las puertas de cada corral eran eléctricas, lo cual facilitaría abrirlas a distancia.

El auditor francés retrocedió con una gran sonrisa, sintiéndose victorioso.

—¿Qué pasa Jonathan? ¿No tienes miedo? —preguntó intentando obtener alguna reacción o tal vez alguna súplica, pero no fue así—. ¿Sabes con qué alimento estos cerdos? Con la carne de todo aquel que intenta subestimarme y retarme. Están acostumbrados a la carne humana, incluso puedo decir que les encanta.

»Y entre más gritan sus víctimas, más rápido se las devoran —dijo con tranquilidad, recargándose en el marco de la puerta—. Yelena, dijiste que, para negociar, se necesitaba que ambas partes tuvieran algo que ofrecer. ¿Ahora ves que yo sí tenía algo que ofrecerles? Salir con vida de aquí, pero su oportunidad se acabó.

—¿Crees que ten
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