DAMIÁN ASHFORD
Los gritos de Nadia, ahogándose con cada palada de tierra que la cubría, aún me causaba escalofríos. Habíamos hecho cosas atroces, que no tenían nombre, pero… ser enterrado vivo, ¿en qué nivel de maldad se encontraba?
—Te dije, no son mejores que nosotros, solo tienen más presupuesto —dijo Lucien dándome una palmada en el pecho, haciéndome regresar de mis pensamientos—. ¿Quién carajos guarda un lanzamisiles en su cajuela? Solo un capo con dinero, tanto que no tiene nada en que más gastar. Yo si tengo prioridades, una esposa que mantener un hijo que crece demasiado rápido.
—Nosotros también tenemos hijos —intervino Samantha cruzándose de brazos, indignada por las palabras de Lucien.
—Una está a punto de entrar a la universidad —agregó Nikolai como si eso implicara un sacrificio económico más grande que lo atormentaba con solo pensarlo.
—Suficiente, después pelean —dijo Yelena torciendo los ojos antes de salir del auto.
Habíamos llegado al hogar del auditor, de una man