ALEXEI MAKAROV
Por un momento nos vimos a los ojos Molly y yo, como si quisiéramos encontrar en el otro la respuesta. Sus cejas fruncidas, sus ojos confundidos, parecía un animal perdido, herido y desconfiado, pero la profundidad de sus pupilas, la belleza de su rostro ahí estaba, causándome estragos.
Entreabrí la boca, sin saber si admitir las palabras de mi hermana o fingir que no pasaba nada.
—¿Lo estás? ¿Te enamoraste? —preguntó Nadia acercándose un poco más, sin soltar el error que la idea le generaba.
—¡No! —exclamé molesto y la empujé—. No estoy enamorado. ¿Entendido? Estoy cansado, cansado de seguir las reglas de papá, cansado de hacer lo que él pide, aunque yo no quiera.
—Alexei, nunca nos ha pedido nada imposible, nada que no debamos hacer… —susurró entornando la mirada—. ¿Es por Anna? Desde que ella murió…
—¡Desde que yo la condené! —exclamé furioso, acercándome a ella, notando el miedo en todas las mujeres alrededor—. Hice lo que él pidió porque dijo que era lo correcto