DAMIÁN ASHFORD
Ahora tenía una combinación de paz y dolor. De… melancolía, de ausencia, un vacío que me hacía sentir más tranquilo y al mismo tiempo me lastimaba, no porque me arrepintiera de matarla, porque para mi buena o mala suerte, no sentía remordimiento, solo me sentía miserable por todo lo que pudo ser y no fue. ¿Qué le costaba ser una madre diferente? Solo un poco menos narcisista y un poco más empática.
De pronto la mano del auditor se posó en mi hombro, recordándome que entre más tiempo pasábamos ahí, más difícil sería salir impunes. Me levanté sin apartar la mirada de mi madre, o lo que quedaba de ella.
—Hiciste lo correcto… —susurró antes de quitarme el arma de la mano.
—¿Lo correcto para quién? —pregunté casi sin voz.
—Para ti, aunque no lo parezca —contestó casi de inmediato mientras se enfundaba su pistola—. ¿Creías que se detendría en algún momento?
»Damián, aunque ganaras el caso contra los Makarov de manera legal, ¿crees que eso la detendría de buscar otra manera