ROCÍO CRUZ
Pensé en cómo comportarme y qué decir, pero… ¿no bastaba dejar que fluyera tal cual me sentía? Estaba escapando de la casa de un mafioso que casi me viola. Mi vestido se sentía húmedo por la sangre que había derramado, salté de un primer piso.
¿Qué más motivación quería?
Con cada paso que di, dejé que mi miedo, mi ansiedad y todo ese nerviosismo aflorara. Por instinto me abracé a mí misma y llevé la mirada clavada en el piso todo el tiempo, hasta que llegamos a las puertas.
—¿No es la puta nueva del jefe? —preguntó uno de los hombres que vigilaban la entrada. Sus palabras me atravesaron. ¡Claro! ¿De qué otra manera me podían ver ellos?
—¿Tan rápido te vas? —preguntó el otro plantándose frente a mí. Pude notar como sonrió al ver mi labio amoratado—. Por lo general no las deja ir hasta el día siguiente.
—¿No me ha lastimado suficiente? —contesté con indignación.
—No parece —agregó el primero con una risita.
—¿Quieres que me quite el puto vestido para que veas lo que tu dueño