JAMES CARTER
Me quedé con su imagen, enredada en mis sábanas, con el cabello revuelto y ese rostro angelical que la hacía ver inalcanzable. Antes de irme besé su frente, y no conforme, robé un beso de sus labios. Era muy temprano, de madrugada, ella no despertó y por primera vez en la vida tenía miedo de no volver. Tenía que hacer las cosas bien. Ahora si me importaba regresar.
Había tantas cosas pendientes entre ella y yo que me rehusaba dejar que se disolvieran en el tiempo, con mi ausencia.
—Si Lucien confía en ti, es por algo —dijo Damián mientras me veía con atención—. Mañana temprano presentarán la petición de auditoría, agregándola a la demanda, y tu amo aún no saca cada hueso de su antigua casa.
Seguí empacando mis cosas como si él no estuviera aquí, porque, de hecho, no debería de estarlo.
—Si fallas… —Antes de que continuara, me planté frente a él y lo vi directo a los ojos, con advertencia.
Las cosas no podían ser diferentes pese a lo que dijera. El trabajo lo haría yo,