CAMILLE ASHFORD
Impulsada por el miedo, levanté mi mano, de manera casi automática estaba dispuesta a abofetearlo cuando él me tomó por la muñeca y me detuvo. Su mirada estaba cargada de paciencia y decepción.
—Yo no le hice daño —contestó por fin soltándome—. Fue tu propio hermano.
Me quedé aún con la mano arriba y los ojos bien abiertos. Mi estómago se hizo pequeño y una presión en el pecho comenzó a atormentarme. Retrocedí confundida y negando con la cabeza, eso no podía ser posible.
—No, Damián es incapaz de lastimarla… ¡La adora! —exclamé indignada—. ¡Él no es como tú!
Una vez más noté en el fondo de sus pupilas como mis palabras lo herían, pero no me detuve.
—Lucien, no vuelvas a mentir de esa forma, no podrás hacer que vea a Damián como un monstruo. ¿Crees que él es capaz de lastimar a la mujer que ama como tú lo haces?
Inhaló profundamente, conteniendo la calma mientras mis ojos se llenaban de lágrimas. Ignorando mis acusaciones, sacó un abrigo del clóset y lo depositó c