CAMILLE ASHFORD
Frustrada por no encontrar mi uniforme, decidí salir. De seguro debería de estar en la lavandería, con suerte aún no estarían arruinados los papeles. Salí con cuidado de la habitación y avancé apenada, fingiendo normalidad entre las miradas de la servidumbre que parecían cuestionarse que estuviera fuera de la habitación.
Fingí ir a la cocina y cuando creí que nadie me veía, troté suavemente hacia el área de lavandería. Para mi suerte parecía completamente vacía. Identifiqué el saco donde metían los uniformes sucios y comencé a buscar, al principio de manera ordenada, pero después con desesperación.
—Vaya, vaya… mira quien decidió salir de su escondite —el rugido del ama de llaves me erizó la piel en el momento que tenía los papeles por fin en mis manos. Los guardé de manera disimulada en mi vestido antes de voltear hacia ella y encararla—. ¿No pudiste aguantar las ganas de ponerte a trabajar?
—No es eso, es que tenía que hacer algo en la lavandería —dije con una sonr