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Capítulo 4. La entrevista.

Ellen.

La luz del amanecer se colaba tímidamente por entre las cortinas de mi habitación. La claridad tenue anunciaba que era hora de empezar un nuevo día, pero yo ya llevaba horas despierta. No pude dormir bien. Mi mente, como una vieja máquina que no podía apagarse, giraba incansablemente alrededor de un solo pensamiento: la entrevista.

Miré el techo blanco, como si allí pudiera encontrar respuestas que apaciguaran mi ansiedad. En ese instante, todo parecía estar en juego. Era más que una simple entrevista; era la posibilidad de estabilidad, un primer paso hacia algo que asegurara un futuro para mí y, sobre todo, para el bebé que llevaba en mi vientre.

El embarazo seguía siendo una especie de secreto para el mundo exterior, y aunque apenas comenzaba a notarse, para mí ya era real. Lo sentía en cada pequeña molestia, en las náuseas matutinas, en ese extraño y nuevo amor que crecía dentro de mí. Había decidido que tendría a mi bebé, sin importar lo complicado de las circunstancias. Sin embargo, eso no significaba que el camino fuera fácil. Estaba aterrorizada.

Con un suspiro, me levanté de la cama y caminé hacia el pequeño baño del departamento. El espejo me devolvió una imagen que no me convencía del todo. Tenía ojeras profundas y el cabello revuelto, pero podía arreglarlo. Lo primero era darme una ducha caliente para despejar la mente.

El agua templada golpeó mi piel, lavando algo de la tensión acumulada, pero no del todo. Mi mente seguía repasando las preguntas que podrían hacerme en la entrevista. ¿Cuáles son tus mayores fortalezas? ¿Qué experiencia tienes en marketing? ¿Cómo reaccionas ante los desafíos? Aunque había preparado respuestas a cada una de esas preguntas, sabía que la realidad siempre podía jugarme una mala pasada.

Salí del baño envuelta en una toalla y me dirigí al armario que había reorganizado la noche anterior para encontrar la ropa perfecta. Opté por un conjunto clásico: un blazer gris ajustado, una blusa blanca sencilla y una falda negra que caía justo por encima de las rodillas. No era nada ostentoso, pero proyectaba profesionalismo. Mientras me vestía, mi mente volvía una y otra vez al mismo nombre: Derek.

Aunque había tratado de mantenerme ocupada durante las últimas semanas, su recuerdo era una sombra persistente. No podía evitar pensar en la noche que compartimos, en cómo me miró, en lo breve pero intenso que fue todo. Sin embargo, también era consciente de que lo nuestro no fue más que un accidente. Una noche y nada más. Él no tenía idea de que estaba embarazada, y yo no planeaba decírselo.

Con ese pensamiento decidí concentrarme en lo que realmente importaba: conseguir ese trabajo. Terminé de maquillarme ligeramente, dándome un aire de frescura a pesar de las pocas horas de sueño. Me calcé mis zapatos negros de tacón bajo, agarré mi bolso y me dirigí hacia la puerta, deteniéndome un momento para tomar aire.

—Puedes hacerlo, Ellen —me dije a mí misma en un susurro.

***

El edificio al que me dirigía se encontraba en pleno centro de la ciudad, rodeado de oficinas elegantes y cafés con enormes ventanales. A medida que me acercaba, el imponente rótulo del lugar comenzó a hacerse visible. Mi corazón dio un vuelco.

Couture Winston.

No podía creerlo. Todo el mundo sabía quién era Derek Winston y lo influyente que era su firma en el mundo de la moda. Nunca, ni en mis sueños más locos, pensé que terminaría pisando su oficina para una entrevista de trabajo. Pero ahí estaba, frente a la entrada principal, sintiéndome de repente más pequeña que nunca.

A pesar del shock inicial, mi instinto fue racionalizar. “No tiene por qué saberlo, Ellen. Probablemente ni siquiera esté aquí. Él dirige esta empresa, pero seguramente tiene mil cosas más importantes que atender que una simple entrevista de trabajo.”

Respiré hondo, apreté el bolso contra mi costado y entré al edificio.

El lobby era un espacio inmenso y brillante, decorado con mármol blanco, paredes grises y enormes paneles de vidrio. Parecía sacado de una revista. El murmullo de los empleados y el eco de los pasos resonaban como un recordatorio constante de que estaba en un lugar importante, demasiado importante. Me acerqué al mostrador de recepción, donde una mujer rubia y perfectamente arreglada me recibió con una sonrisa profesional.

—¿Nombre? —preguntó sin levantar la vista de su computadora.

—Ellen Grey. Estoy aquí para una entrevista.

Tecleó algo rápidamente antes de mirarme y asentir.

—Perfecto, la estaban esperando. El ascensor al fondo, piso 17.

Mi corazón comenzó a latir con fuerza mientras me dirigía al ascensor. Pulsé el botón y esperé, sintiendo el sudor en las palmas de mis manos. Una parte de mí quería salir corriendo, pero me recordé a mí misma por qué estaba ahí. Por mi bebé.

Cuando las puertas del ascensor se abrieron en el piso 17, un pasillo elegante y minimalista se desplegó ante mí. Una asistente me guió hasta una sala de juntas amplia, con una mesa de cristal impecable y sillas de cuero negro. Me pidió que esperara allí.

Tomé asiento, tratando de calmar mis nervios, cuando la puerta se abrió de golpe.

—Buenos días, Ellen Grey. Soy Derek Winston.

El mundo pareció detenerse por un instante.

Ahí estaba él, en persona, tan imponente como lo recordaba. Vestía un traje negro perfectamente ajustado, y su expresión era una mezcla de profesionalismo y desconcierto al verme. No podía creerlo. ¿Derek sería el encargado de mi entrevista?

—D-Derek… —empecé a decir, pero mi voz se quebró.

Él frunció el ceño ligeramente antes de recuperar la compostura. Cerró la puerta detrás de él y avanzó hacia la mesa con calma, dejando caer un portafolio sobre la superficie de cristal.

—¿Nos conocemos? —preguntó, sus ojos oscuros escrutándome con intensidad.

Sentí un escalofrío recorrerme. Él no parecía recordarme. Por supuesto, para él había sido solo una noche. Una más, seguramente.

—No… Bueno, no exactamente. —Me aclaré la garganta, tratando de recomponerme. —Gracias por recibirme para la entrevista.

—Claro. —Se sentó frente a mí y abrió el portafolio, sacando algunos documentos. Su tono era cortés, pero distante. —He revisado tu currículum. Pareces tener experiencia en marketing, aunque no precisamente en la industria de la moda. ¿Qué te motivó a postularte aquí?

Me esforcé por concentrarme en la pregunta, aunque todavía estaba en shock. “Actúa normal, Ellen. Actúa normal.”

—Siempre he sentido admiración por la creatividad y la innovación que representan marcas como Couture Winston. Aunque mi experiencia se centra en otros sectores, creo que puedo aportar una perspectiva fresca y estrategias efectivas que impulsen la marca hacia nuevos horizontes.

Él me observó en silencio durante unos segundos que se sintieron como una eternidad. Finalmente, asintió.

—Interesante. ¿Cómo reaccionas bajo presión?

Había ensayado esta respuesta mil veces, pero tener a Derek delante de mí hacía que cada palabra se sintiera pesada y torpe. Aun así, me obligué a responder con seguridad.

—La presión puede ser desafiante, pero también es una oportunidad para crecer y aprender. Me considero una persona resolutiva y adaptable.

Derek inclinó ligeramente la cabeza, como evaluando cada palabra.

—Bien. —Dejó el bolígrafo que sostenía sobre la mesa y se recargó en el respaldo de su silla. —Dime algo, Ellen. ¿Por qué debería contratarte?

Su mirada era penetrante, como si intentara ver más allá de las palabras, de las respuestas prefabricadas. En ese momento sentí un nudo en la garganta. Era difícil mantenerme firme, pero no podía darme el lujo de flaquear.

—Porque creo en mi capacidad para aportar resultados. Soy dedicada, trabajadora y, sobre todo, estoy dispuesta a aprender y superar cualquier obstáculo.

Derek me observó por un momento más antes de esbozar una ligera sonrisa.

—Bien, Ellen. Eres convincente.

El alivio empezó a recorrerme, pero su siguiente pregunta me tomó por sorpresa.

—Dime, ¿estás segura de que nunca nos hemos visto antes?

Su tono era casual, pero había algo en su mirada que me puso en alerta. Mi corazón comenzó a latir con fuerza.

—No… creo que no —respondí, tratando de sonar convincente.

Él asintió lentamente, pero su expresión sugería que no estaba del todo convencido.

Cuando la entrevista terminó, me levanté rápidamente, deseando salir de esa sala antes de que las cosas se complicaran más. Derek me estrechó la mano con profesionalismo, pero sentí un ligero apretón extra, como si intentara leer algo en mis ojos.

—Gracias por venir, Ellen. Nos pondremos en contacto contigo pronto.

—Gracias a ustedes por la oportunidad —respondí, intentando no cruzar demasiado su mirada.

Mientras salía de la sala de juntas y tomaba el ascensor de regreso al lobby, me sentí como si acabara de sobrevivir a un huracán. ¿Qué iba a pasar ahora? ¿Podría trabajar en un lugar donde Derek estuviera tan cerca? ¿Y si descubría mi secreto?

A pesar de todo, una cosa era segura: si conseguía ese empleo, lo aceptaría. No podía darme el lujo de dejar pasar esta oportunidad, por complicado que fuera. Por mi bebé, lo haría.

Mientras salía del edificio y caminaba hacia la calle, no pude evitar mirar hacia arriba, hacia las enormes letras que formaban el nombre de Couture Winston. Algo me decía que este era solo el principio de un capítulo mucho más complicado de mi vida.

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