Derek
Derek Winston era un hombre acostumbrado a tener el control. En la sala de juntas, en las negociaciones, incluso en la vida misma. Pero aquella noche, mientras esperaba a Ellen recostado sobre la puerta de su lujoso auto, sentía que todo su dominio se desmoronaba con una mezcla de nerviosismo y expectación.
El sonido de la puerta principal anunciando su salida hizo que enderezara la espalda, ajustara los puños de su esmoquin y exhalara un suspiro profundo. Y entonces la vio.
Ellen emergió con la gracia de una diosa, envuelta en un vestido negro que se adhería a sus curvas como un secreto prohibido. La tela se deslizaba sobre su piel con elegancia, dejando al descubierto sus hombros y la sutil curva de su espalda. Su cabello caía en ondas suaves, enmarcando un rostro donde la confianza y la vulnerabilidad se entrelazaban en perfecta armonía. Derek sintió cómo el aire abandonaba sus pulm