Alexander
Al llegar al estudio de Bianca, el guardia de seguridad en la entrada nos permitió pasar tras una breve revisión. Mi hermana Alexandra estaba emocionada y no podía dejar de hablar sobre lo mucho que admiraba el trabajo de la chaparrita, una fotógrafa muy reconocida en su universidad. Apenas cruzamos la puerta principal, Alexandra se adelantó, ansiosa por recoger las fotografías que había encargado. Sin embargo, el lugar parecía más tranquilo de lo esperado, y solo había un hombre sentado en la sala de espera, con el teléfono pegado al oído.
El hombre, de aspecto relajado pero con un aire seguro, interrumpió su llamada tan pronto como nos vio entrar. Nos observó con atención mientras se ponía de pie, dejando el teléfono sobre una mesa cercana.
—Buenas tardes, ¿se encuentra la señorita Bianca Vitale? —preguntó Alexandra con su tono más cordial.
Él la miró durante un instante, como si evaluara la situación, antes de asentir.
—Sí, está aquí, pero está ocupada con unos clien